martes, 16 de febrero de 2010

Los paseos de los domingos

La bicicleta de paseo de color rojo y algo oxidada, conducida por un adolescente que viste un chandal de mercadillo y lleva una gorra roja totalmente descolorida. Toda la tarde del domingo por delante y esa sensación de eternidad durante las próximas horas. Tras media hora de pedaleo por una carretera secundaria poco frecuentada en invierno, el chaval llega al pequeño pueblo y aparca la bicicleta a la puerta de un chalet. Un pequeño perro ratero negro sale a recibirle ladrando y los dueños de la casa ya aventuran que van a recibir visita. Sin tocar el timbre de la puerta su amigo sale al atrio, con un chandal igualmente, de mercadillo. Tras los saludos de rigor, se disponen a cambiar el mundo esta tarde, como cada tarde de domingo.
Salen andando lentamente, con la vista puesta en uno de los cabezos cercanos. Las calles del pequeño pueblo, totalmente impersonales y de estética barata, van a ser testigos de momentos históricos para los dos y para el resto de la humanidad. El natural del pueblo dirige la marcha, evitando las calles en las que acechan peligros que pueden arriesgar lo importante de su conversación “por ahí no…, por aquí sí”. Llegan a la plaza central del pueblo, donde está la pequeña cafetería, siempre vacía. Se introducen por calles y solares con casas adosadas, jardines poco cuidados, y urbanizaciones a medio construir donde antes había oliveras, hasta llegar a una plaza con una fuente vacía y unos eternos adolescentes que siempre están gamberreando. Mientras tanto, su conversación se va haciendo más profunda, hasta escudriñar los más recónditos rincones del ser humano. En ese momento, se topan con el puente sobre la autovía, ese cuchillo que parte el pueblo por dos y que no deja de ser más que un símbolo del desarrollo insostenible de esta sociedad.
Tras el puente llega la recta final, la cuesta donde los pensamientos se vuelven filosóficos. Ambos saben que el tiempo apremia y que necesitan encontrar conclusiones a sus proyectos inacabados. Antes de llegar al final del camino deben pasar por las tres fuentes, que hacen a su vez, de reloj de cuenta atrás…la primera fuente, al final de la primera cuesta, frente a un trasformador eléctrico…es el momento de retomar la conversación inicial, de empezar de nuevo, ya que las divagaciones no han resuelto lo inicialmente planteado. Llega la segunda fuente, siempre goteando, y en donde de vez en cuando aparece un perro callejero…aquí el camino se hace más llano y la energía del caminar se puede emplear en el pensamiento. Al final, y tras unos eternos veinte minutos, se llega a la última fuente, frente a una pared rocosa y rodeada de palmitos. Allí tras el pequeño montículo de obra construido, los dos amigos se sientan a contemplar el atardecer. Ese pequeño descanso ha reordenado sus pensamientos y al final han conseguido dar respuesta a nuevas incógnitas de la historia, de la técnica, del arte,…ambos están tranquilos porque han conseguido rescatar a la humanidad un domingo más, y tras observar como el sol se pone en el horizonte, deciden reandar el camino y regresar al punto de origen. El camino de vuelta se hace más llevadero y nuevas cuestiones y dudas les vuelven a surgir para el domingo siguiente. Casi sin darse cuenta, llegan al lugar inicial, la casa de uno de ellos, no sin antes pasar sigilosamente por las calles donde los aviesos peligros tratan de averiguar de qué han hablado estos dos chicos esta tarde.
Ambos olvidan que acaban de salvar el mundo otro domingo más. El chaval de la bici, se despide, quiere llegar pronto a su casa, ya que en una hora empieza el interesantísimo Osasuna-Tenerife y no se lo quiere perder. El otro chico, piensa en esa chica de su clase, de la que está enamorado. Ambos han cumplido este domingo, el país tendrá una semana más de tranquila existencia…al menos.
El tiempo, la distancia, la vida, las circunstancias personales, laborales, han hecho que esos dos chicos no paseen más los domingos por la tarde y que no surjan nuevas soluciones para la crisis económica, para las guerras,…quizá, al hacernos mayores, al asumir las responsabilidades y roles de la edad, hemos caído en pozos sin salida, en quebraderos de cabeza laborales o en encrucijadas personales. No hemos sido capaces de volver la vista atrás, y reconocer, que vestidos con un chandal barato cambiábamos el mundo cada domingo...quizá pronto, muy pronto, lo podamos volver a hacer.


1 comentario:

  1. ... y yo que te lo agradezco. Sabes que te admiro, y lo que has escrito es una reafirmación de mi admiración por tí.

    Un fuerte abrazo. Eres el mejor!

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