Mi tema de estudio


Minería y medio ambiente en ambientes semiáridos

La minería, entendida como aquella actividad que a través de excavaciones tiene como objetivo extraer del subsuelo sustancias minerales útiles para la sociedad, ha sido desarrollada desde tiempos pretéritos por las sucesivas generaciones que han vivido en nuestro planeta. La búsqueda de mineral ha resultado ser un objetivo común para todas las civilizaciones, si bien, tanto la forma, como las técnicas para su obtención, han ido cambiando de generación en generación.
El Sureste español, y más concretamente, el eje Cartagena-La Unión, ha sido desde muy antiguo uno de los centros mineros más importantes de la Península Ibérica en la obtención de plomo y zinc. Durante más de dos mil años, diversas civilizaciones explotaron las riquezas del subsuelo de esta zona: primero los fenicios, después cartagineses, romanos, árabes, cristianos, etc., hasta llegar al siglo XX, momento en el que el “agotamiento” de los recursos subyacentes se manifestó en el fin de la actividad minera.
Durante muchos años se realizaron explotaciones subterráneas, quedando actualmente numerosos vestigios de esta actividad diseminados por toda la Sierra, y que se manifiestan en la superficie a través de instalaciones para distintas labores como lavaderos de mineral, torres, castilletes y, sobre todo, pozos de ventilación.
En este devenir a través de los siglos, la actividad minera de la zona fue evolucionando paralelamente a los cambios tecnológicos y sociales que experimentaba la sociedad. Así, de las primeras minas romanas en galerías subterráneas hace más de dos mil años, en las que se empleaba mano de obra esclava y se aplicaban técnicas “artesanales” de molido y refinado, se evoluciona a una minería reciente, mucho más tecnificada, a mediados del siglo XX, y que se manifiesta en forma de grandes canteras a cielo abierto, la utilización de potentes máquinas excavadoras y técnicas más eficientes de refinado.
La minería a cielo abierto provocó un impacto más intenso sobre el medio que la minería subterránea y afecta a una mayor superficie de terreno, con la desventaja que supone la explotación de menas metálicas con una elevada relación en volumen estéril/mineral, al tener que extraer menas de baja ley, principalmente sulfuros metálicos, como ocurre en esta zona. Ello precisa la construcción de grandes instalaciones, tanto para la extracción, como para la concentración del mineral, que finalmente generan una gran cantidad de residuos.
La problemática medioambiental asociada a los residuos ha sido un problema muy común  en las grandes zonas mineras a lo largo de la historia. La restauración ambiental de un entorno degradado por la minería se ha revelado como muy difícil desde el punto de vista técnico y costosa desde el punto de vista económico. El sellado, transporte o limpieza ex situ del suelo contaminado son los métodos que de manera más común han sido utilizados con el fin de regenerarlo, pero implican el movimiento de enormes cantidades de tierra y su posterior ubicación y confinamiento en lugares “medioambientalmente” seguros, que no siempre es fácil de acometer. Otra alternativa es el tratamiento del suelo in situ aplicando diversas técnicas físicas o simplemente adicionando agentes químicos. En cualquiera de los dos casos los costes son elevados.





 Fotografía 1- Aspecto de uno de los laterales del pantano Belleza, situado en el paraje "El Descargador" cerca de La Unión (Murcia)
Sin embargo, en los últimos años se han impulsado una serie de técnicas “novedosas” que persiguen la descontaminación del suelo con un coste de inversión bajo. Estas técnicas, basadas en aspectos biológicos, tratan de utilizar la capacidad de determinados organismos vivos para degradar en compuestos menos peligrosos las sustancias tóxicas, absorberlas o simplemente “retenerlas”. Las técnicas “bioremediadoras” están siendo utilizadas en la actualidad en España en casos tan significativos como la contaminación por hidrocarburos en las costas gallegas tras la marea negra provocada por el petrolero “Prestige” (año 2003) o en la limpieza de las zonas contaminadas tras la rotura de una presa de aguas ácidas en Aznalcóllar, provincia de Sevilla (año 1998).
En la Sierra Minera de Cartagena-La Unión no se ha llevado a cabo ningún plan integral con el fin de restaurar o descontaminar la superficie afectada por la presencia de residuos mineros. A priori y tras una simple inspección visual de la zona podemos afirmar que existe una gran superficie ocupada por residuos de diferente naturaleza, ya sean escorias de fundición, escombreras (o terreras), pantanos (o depósitos) de estériles, etc. Muchos de estos residuos se encuentran dispuestos en forma de estructuras piramidales o cónicas con un grado de estabilidad que en muchos casos se encuentra comprometido por la incidencia de la erosión.
La grave situación de crisis económica que se planteó en la Sierra de Cartagena-La Unión tras el cese de la actividad minera en el año 1991, llevó a una transformación de las estructuras socioeconómicas de la comarca. Así, la cercanía de un gran foco de atracción turística como es el Mar Menor, ha posibilitado la reorientación de las pautas económicas hacia el sector servicios. La conversión de terrenos afectados por la presencia de residuos mineros en terrenos objeto de atención turística es una realidad patente y real. En este punto se hace necesario por parte de las instituciones públicas y de los investigadores el análisis objetivo de los riesgos presentes y la transferencia de dicha información hacia la sociedad. Asimismo, y en el caso de que los riesgos presentes sean altos se debe de potenciar la toma de medidas correctoras por parte de la Administración.
Los pantanos o depósitos de estériles son elementos característicos de los paisajes mineros. Estas estructuras generalmente presentan condiciones desfavorables para el desarrollo de la cubierta vegetal como bajo pH, concentraciones tóxicas de metales pesados, baja fertilidad y baja capacidad de retención de agua. En zonas áridas y semiáridas, la erosión constituye un problema adicional. Todos estos factores convierten a los pantanos de estériles en fuentes de contaminación para las aguas superficiales y subterráneas y el suelo de las zonas adyacentes. Este hecho resulta especialmente peligroso cuando en estos lugares existen campos agrícolas o poblaciones, ya que hay un alto riesgo de ingesta de metales en humanos, ya sea de manera indirecta a través de del consumo de vegetales cultivados en terrenos contaminados, o de manera directa mediante la inspiración de partículas de polvo suspendidas en el aire.
La eliminación de estos pantanos de estériles es generalmente complicada debido al enorme volumen que presentan. El uso de productos químicos para disminuir el riesgo ambiental de estos residuos supone una solución temporal pero no definitiva y no tiene en cuenta aspectos relacionados con la restauración del paisaje. El uso de plantas con el fin de estabilizar estas estructuras es una alternativa de bajo coste económico y que además presenta un impacto paisajístico positivo. Esta opción recibe el nombre de “fitoestabilización” y consiste en el uso de plantas para inmovilizar metales a través de su acumulación en las raíces o precipitación en la rizosfera. Estos procesos permiten disminuir la movilidad de los metales en el suelo. Por lo tanto, el uso de plantas adaptadas a estos ambientes contaminados puede representar una buena opción a largo plazo. En zonas semiáridas, estas especies deben de estar además adaptadas a la sequía.


  Fotografía 2- Especies vegetales (Zygophyllum fabago y Limonium sp.) creciendo en residuos mineros de la Sierra de Cartagena-La Unión
La mayoría de ramblas que nacen en la Sierra Minera de Cartagena-La Unión, y que durante muchos años fueron usadas para verter directamente los residuos mineros antes de que la Administración obligara a la construcción de los pantanos de estériles, trasportan en sus cauces materiales residuales procedentes de las actividades mineras. La desembocadura de estas ramblas suele coincidir con playas y zonas de recreo lo que acrecienta sin duda el problema medioambiental convirtiéndolo en un problema de salud pública.

 Fotografía 3- Estado actual de la Bahía de Portmán, anegada por residuos mineros          


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